Tras un
largo periodo sin actualizar este blog por motivos profesionales vuelvo con más fuerza e
ilusión que nunca. Sin embargo, como debo muchas aportaciones a este espacio,
no me enrollo más y arranco sin más dilación.
Si algo
bueno tienen las crisis – sí, soy un tipo bastante positivo- es que
sacan a la luz las debilidades de los sistemas económicos, jurídicos y
sociales. Hablo de aquellos sistemas que protegen el orden establecido a pesar
de que pudieran ser injustos e incluso tiránicos. Como consecuencia de ello,
surge la mejor cara del ser humano, que es ese carácter inconformista y
reaccionario, dando la razón con ello a los griegos, que son los que inventaron
la palabra crisis definiéndola como un cambio brusco. En definitiva, es con
este afán de cambio cuando se construye una sociedad mejor y por ello, zapatero
a su zapato, yo aporto mi nimio conocimiento jurídico con el fin de sumar en
esta causa.
En este
último año y ya era hora, se ha procedido a criticar con firmeza y vehemencia
el sistema hipotecario español, en esencia, por desfasado ya que su Ley ritual
data de 1946 y por ello no legisla con eficiencia y eficacia las prácticas hipotecarias
más modernas, y porque coloca al deudor hipotecario en manifiesta indefensión.
Criterios que comparto.
A modo ejemplificativo,
la consideración de las cláusulas que regulan los intereses moratorios o las cláusulas “suelo” como abusivas, además
de otras cuestiones, obligan a nuestros políticos, que para ello son “el
legislador”, a reformar el sistema hipotecario español con urgencia. En posteriores
artículos trataré en profundidad los puntos negros anteriormente indicados, ya
que no quiero ser extremadamente extenso, pero dada la situación existente he de
perseverar con esta idea.
En
resumen, diré que la situación actual perjudica a todos, tanto a acreedores como
deudores, porque no está expresamente claro que es legal y que no lo es en la
contratación de un préstamo y ello perjudica directamente al Estado Español,
porque fractura la sociedad española al dividir a los que necesitamos crédito –entre
los que me incluyo- y los que proporcionan crédito. Así que a quien
corresponda: tomen asiento y pónganse a estudiar soluciones intermedias porque
con esta incertidumbre, la “Marca España” nunca estará de moda.
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